sábado, 8 de agosto de 2015

Y a todo esto, ¿qué hiciste en Máncora? (PARTE 3)

[Continuación de las entradas anteriores]

Para finalizar con esta trilogía mancoreña (y resumiendo un poco pues ya he viajado tanto más y quisiera escribir sobre donde estoy ahora), retrocederé un mes y les contaré brevemente que durante mis tres semanas en Lima, me hice un grupo de amigos hermosos: Luiza, Bruk, Dana, Luis, principalmente. Ellos me hablaban a menudo de otros amigos que nunca llegué a conocer: Jonatan, Leo, y otro Leo (me decían que había dos). Se sorprendían cada vez que les decía que no los conocía, porque pasaban siempre por el hostel, pero se ve que siempre que pasaban, yo no estaba. Volviendo a Máncora:

Dos días después de haberme quedado dormida frente al fogón, la vida seguía soleada y sociable. A la noche, salimos a bailar con Dana y mis dos amigos y compañeros de cuarto, Emi, de La Plata, y Nico, de Córdoba Capi'ital. La noche transcurrió, caminando de un lugar a otro, bailando un poco, tomando otro poco, sentarse en el malecón a charlar, aparece un chico a quien Dana saluda efusivamente, y me pregunta sorprendida si no lo conozco de nuestro hostel en Lima. No lo tenía ni de vista, pero le pregunté el nombre y me dijo "Jonatan"; salté a abrazarlo, fue como conocer una celebridad; me habían hablado cosas buenas de él. Así fue que transcurrió la noche, fuimos a bailar música electrónica un rato y Dana conoció un argentino que le gustó y se pusieron a hablar. Jonatan es limeño, y durante mi estadía en Lima él trabajaba en un hostel que estaba al lado del mio, y salía con una chica que era una gran amiga mia, y aún así jamás nos cruzamos. Me gustó charlar con él y sentí mucha química desde casi el primer momento, como si algo en la mirada hiciera electricidad. Esa noche se convirtió en día y me besó al amanecer. Fuimos a la playa y vi el cielo más lindo que vi en todo el viaje. Me sentí muy bien con él, casi que no me quería despegar, una atracción muy intensa. Y nos seguimos viendo pasando los días. Su plan era irse al día siguiente a Montañita, Ecuador, donde tenía una propuesta de trabajo, pero decidió quedarse para pasar unos días más conmigo. Mis días en Máncora ya estaban terminando, lo sentía, y así es que entre miradas y charlas, aprendí que en verdad su nombre se deletrea JHONATTHAN, y que iba a viajar un rato con él. Se nos ocurrió, y lo hicimos, felices de cruzar una frontera, tomamos luego de unos días el bus a Tumbes, no sin antes despedirme de mi queridísima Máncora, adonde tengo muchas ganas de volver eventualmente. Mi despedida de Máncora: karaoke espontáneo en un barcito poco concurrido, buscando las pistas en youtube y sacándome las ganas de cantar a Celine Dion microfoneada, luego de tanto ukelele y voz pequeña.

En Tumbes (ciudad fronteriza) compramos el pasaje a Guayaquil (Ecuador), lo cual nos dejó sólo con 2 soles para almorzar antes del viaje de 6 horas. Pensamos en comprar un poco de pan, suplicar un buen precio por una palta y conformarnos con eso, así que empezamos a caminar por la calle; nadie sabía dónde se vendían paltas ni pan. Pasamos por un restaurante y yo caminaba con el ukelele (dejamos el resto de las cosas en el bus, salíamos en 40 minutos), y se nos ocurrió hacer un trato. Lo bueno es que Jhonatthan es algo más caradura que yo (y yo he andado mis caminos caradúricos, alucinen), y les propuso a los dueños un show musical a cambio de un menú. Los del restaurante, a regañadientes, nos ofrecieron un segundo plato y ya. Listo, dijimos, y empecé a cantar, mi último "show" en Perú por el momento. A la gente le encantó, me sentí segura y feliz, tanto así que vendí dos discos, recaudé lo que luego equivalió a 8 dólares (ya de nada servían los solcitos), y los dueños del restaurante nos regalaron dos menúes completos! La mejor despedida de Perú. Llena de agradecimiento, tomamos la sopa de entrada, bebimos el jugo de maracuyá, y pedimos el plato principal para llevar porque si no no llegábamos al bus. Y allí fuimos, a por tierras ecuatorianas.

Perú, experiencias inolvidables y un país al que definitivamente quiero volver, y volveré.

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