Hoy salté a la pileta: el miedo que tenía de hacerlo era sobrehumano, tanto así que dejé pasar muuuchos colectivos hasta que me dije: vas a hacer esto cueste lo que cueste, y no me voy a mover de aquí hasta que lo hagas. Porque, sí, en cierto momento quise volver corriendo al hostel, quedarme en el cuarto y no salir más. Pero sabía que eso no sucedería, ya estaba jugada a por esto.
Los colectivos peruanos son muy diferentes de los argentinos. Hay tres tipos: los grandes, que son como los colectivos normales, los medianos que son pequeños autobuses, y las combis, que son bien pequeñas. No existe un mapa de recorrido de cada bondi, será tal vez objeto de conocimiento sólo para los habitantes limeños. Pero en cada colectivo suele haber, además del conductor (o conductora, no es tan raro encontrarlas), una persona que a veces viaja asomada por la ventana gritando las calles por las que pasará el vehículo, incitando a la gente a que suba rápido si quiere subir. Una vez dentro, el señor o señora anteriormente mencionada cobra los viajes de los pasajeros, que pueden pagar en billetes o monedas.
En un momento, un señor que decía los destinos del colectivo me dijo que subiera con señas. Le pregunté si podía cantar, asintió sutilmente (esto harían todos los que trabajan así, asienten como por compromiso, sin muchas ganas). Subí y vi a toda la gente, y no pude. Me aterrorizó. Mi miedo pasaba por ser diferente. En Buenos Aires, aunque nunca me haya dado cuenta, siempre sentí cierta pertenencia. Me daba cuenta en ese momento, cuando mis rasgos, mis costumbres y mi color de piel eran tan "gringos", sin saber si ese era el caso, ya me sentí algo despreciada por ello. Con esos fantasmas dando vuelta alrededor de mi cabeza, le dije al señor, "mejor me bajo". Me miró con curiosidad y me bajé.
Uf! Ahora sí, tengo que hacerlo, es sólo hacerlo, pegar el salto, el resto es ver qué pasa, qué tan grave puede ser, ya conocí gente que lo hizo y lo hace, qué tanta alharaca. Entonces, me subí a otro. "¿Puedo cantar?", gesto resignado de que suba, gente indiferente, y bien diferente a mí y entre sí. Me presenté, les dije que quería compartirles una canción de mi tierra natal, Argentina, y canté Carito, mi caballito de batalla con el ukelele. Terminé e hice un pedazo de La Luz del Carnaval, canción que escribí hace años.con mi entonces compañero musical Marcos. No hubo aplausos y las sonrisas escasearon, pero, a decir verdad, yo estaba feliz: me gustó cómo había sonado, y sé que a muchos de ellos también aunque no me lo estuviesen demostrando. A continuación pasé a pedir colaboración y fue sorprendente: la mayoría de las personas pusieron dinero en la gorra. Mi intuición estaba confirmada, les había gustado, sólo estaban tímidos.
Bajé feliz, hice dos más con resultados similares (a veces un aplauso tímido, algunas sonrisas, un "cantas muy bonito"...). Luego de bajarme del tercero, contaba mis monedas mientras que un chico me saludó. Le dije que espere a que terminara de contar, me esperó, y cuando terminé se me puso a charlar. Nacido y criado en Lima, estudiaba marketing y le gustaba andar en skate y conocer gente espontáneamente, como lo estaba haciendo conmigo. Me contó acerca de un hostel llamado Mochileros, que sale la mitad del hostel en el que me estoy quedando, y fuimos a verlo. Allí me recibió gente muy cálida que estaba desayunando y me ofrecieron desayuno. Dije no, gracias, ya había desayunado. Uno de ellos, cordobés, está también cantando en colectivos diariamente, y su música ha sido su medio de transporte desde que salió de Córdoba a recorrer el continente. También estaban otras personas en la mesa que de a poco se fueron sumando. An, de Colombia, Isaac, de norecuerdodonde con una madre latinoamericana y un padre de Irán. Connie, de Irlanda, y más gente que no recuerdo. Si bien el hostel en el que estoy ahora es mucho más cómodo y lindo, creo que allí el ambiente era en general más amistoso. Hoy iré a ver si puedo pasarme allí, chequeo la disponibilidad y voy.
Ah, los colectivos? Después de conocer a esos chicos que me invitaron a que me quedara y que fuera a la noche a la plaza que tienen en frente, cantarían, fui a hacer un colectivo más.
Lo que hice en total me alcanzó para cubrir la noche en este hostel, mas 10 soles con lo cual se puede comer muy tranquilamente. Y disfruté mucho de cantar y ser bien recibida. Podría decirse que la operación fue todo un éxito!
Luego fui de regreso al hostel, me bañé y salí a comprar bananas y me senté a mirar el mar. Nadie me dijo jamás que Lima (al menos Miraflores) es un lugar tan hermoso. Realmente te quita el aliento, el mar verde y el malecón (paseo al costado del mar), es como Mar del Plata pero más lindo. Por supuesto que hay otras partes de Lima que no deben ser tan lindas, pero donde estoy es una obra de arte constante.



(Creo que las imágenes no le hacen justicia, y es cierto que está siempre nublado, pero cuando te acostumbrás... Te enamorás!)
Saludos!
Los colectivos peruanos son muy diferentes de los argentinos. Hay tres tipos: los grandes, que son como los colectivos normales, los medianos que son pequeños autobuses, y las combis, que son bien pequeñas. No existe un mapa de recorrido de cada bondi, será tal vez objeto de conocimiento sólo para los habitantes limeños. Pero en cada colectivo suele haber, además del conductor (o conductora, no es tan raro encontrarlas), una persona que a veces viaja asomada por la ventana gritando las calles por las que pasará el vehículo, incitando a la gente a que suba rápido si quiere subir. Una vez dentro, el señor o señora anteriormente mencionada cobra los viajes de los pasajeros, que pueden pagar en billetes o monedas.
En un momento, un señor que decía los destinos del colectivo me dijo que subiera con señas. Le pregunté si podía cantar, asintió sutilmente (esto harían todos los que trabajan así, asienten como por compromiso, sin muchas ganas). Subí y vi a toda la gente, y no pude. Me aterrorizó. Mi miedo pasaba por ser diferente. En Buenos Aires, aunque nunca me haya dado cuenta, siempre sentí cierta pertenencia. Me daba cuenta en ese momento, cuando mis rasgos, mis costumbres y mi color de piel eran tan "gringos", sin saber si ese era el caso, ya me sentí algo despreciada por ello. Con esos fantasmas dando vuelta alrededor de mi cabeza, le dije al señor, "mejor me bajo". Me miró con curiosidad y me bajé.
Uf! Ahora sí, tengo que hacerlo, es sólo hacerlo, pegar el salto, el resto es ver qué pasa, qué tan grave puede ser, ya conocí gente que lo hizo y lo hace, qué tanta alharaca. Entonces, me subí a otro. "¿Puedo cantar?", gesto resignado de que suba, gente indiferente, y bien diferente a mí y entre sí. Me presenté, les dije que quería compartirles una canción de mi tierra natal, Argentina, y canté Carito, mi caballito de batalla con el ukelele. Terminé e hice un pedazo de La Luz del Carnaval, canción que escribí hace años.con mi entonces compañero musical Marcos. No hubo aplausos y las sonrisas escasearon, pero, a decir verdad, yo estaba feliz: me gustó cómo había sonado, y sé que a muchos de ellos también aunque no me lo estuviesen demostrando. A continuación pasé a pedir colaboración y fue sorprendente: la mayoría de las personas pusieron dinero en la gorra. Mi intuición estaba confirmada, les había gustado, sólo estaban tímidos.
Bajé feliz, hice dos más con resultados similares (a veces un aplauso tímido, algunas sonrisas, un "cantas muy bonito"...). Luego de bajarme del tercero, contaba mis monedas mientras que un chico me saludó. Le dije que espere a que terminara de contar, me esperó, y cuando terminé se me puso a charlar. Nacido y criado en Lima, estudiaba marketing y le gustaba andar en skate y conocer gente espontáneamente, como lo estaba haciendo conmigo. Me contó acerca de un hostel llamado Mochileros, que sale la mitad del hostel en el que me estoy quedando, y fuimos a verlo. Allí me recibió gente muy cálida que estaba desayunando y me ofrecieron desayuno. Dije no, gracias, ya había desayunado. Uno de ellos, cordobés, está también cantando en colectivos diariamente, y su música ha sido su medio de transporte desde que salió de Córdoba a recorrer el continente. También estaban otras personas en la mesa que de a poco se fueron sumando. An, de Colombia, Isaac, de norecuerdodonde con una madre latinoamericana y un padre de Irán. Connie, de Irlanda, y más gente que no recuerdo. Si bien el hostel en el que estoy ahora es mucho más cómodo y lindo, creo que allí el ambiente era en general más amistoso. Hoy iré a ver si puedo pasarme allí, chequeo la disponibilidad y voy.
Ah, los colectivos? Después de conocer a esos chicos que me invitaron a que me quedara y que fuera a la noche a la plaza que tienen en frente, cantarían, fui a hacer un colectivo más.
Lo que hice en total me alcanzó para cubrir la noche en este hostel, mas 10 soles con lo cual se puede comer muy tranquilamente. Y disfruté mucho de cantar y ser bien recibida. Podría decirse que la operación fue todo un éxito!
Luego fui de regreso al hostel, me bañé y salí a comprar bananas y me senté a mirar el mar. Nadie me dijo jamás que Lima (al menos Miraflores) es un lugar tan hermoso. Realmente te quita el aliento, el mar verde y el malecón (paseo al costado del mar), es como Mar del Plata pero más lindo. Por supuesto que hay otras partes de Lima que no deben ser tan lindas, pero donde estoy es una obra de arte constante.



(Creo que las imágenes no le hacen justicia, y es cierto que está siempre nublado, pero cuando te acostumbrás... Te enamorás!)
Saludos!
las flores tienen un color tan intenso que no me había dado cuenta de que el cielo estaba nublado! :)
ResponderEliminaruy Euge, Soy Rochi, recien me doy cuenta que te estoy escribiendo desde la cuenta de mi vieja jajaja
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