sábado, 26 de septiembre de 2015

Vuelta al blog (Cuenca, Ecuador)

Me hubiera gustado seguir escribiendo mis vivencias en este blog con tanta asiduidad como lo hacía en el comienzo de mi viaje. Mantenerlos al tanto de mis experiencias, anécdotas y sensaciones para que, como algunos me han dicho, de alguna forma puedan ustedes viajar conmigo. Pero creo que sucede que en algún punto del viaje las cosas se han vuelto innombrables. Tan intangibles, tan inabarcables que contar sería mentir. Aún así quisiera contar las cosas que me inspiran a escribir, y a continuar viajando o quedándome conociendo distintos lugares, distintas almas.

Harto rato de mi estadía en Loja fue compartida con Bruk, probablemente haya hablado de él en entradas anteriores. Una convivencia muy sana, ya que encontré en él a alguien que disfruta tanto como yo las cosas buenas de la vida. Eso es lo que siempre me unió a la gente más cercana a mí, en gran parte: la capacidad de disfrute; capacidad que no mucha gente tiene, por raro que parezca.

Hace un par de semanas, luego de hacer música en Loja y vacacionar en Vilcabamba, decidí dejar Loja, pueblito hermoso que me ha dado todo, pero que ya comenzaba a querer dejar. Bruk se quedó allí, por lo que llegué a mi nuevo destino, Cuenca, sola, como tantas veces lo he hecho, pero con la sensación de novedad, luego de haber compartido viaje con Jhonatthan, y pasar días enteros con Santi y Bruk en Loja. ¡Estaba sola en una ciudad desconocida! Pagué un taxi desde la terminal hasta "algún lugar cerca del centro donde haya alojamientos". Resultó ser Calle Larga y Hermano Miguel. Luego de averiguar un poco y ver que, irremediablemente, todos los hospedajes eran mucho más caros que en Loja, tomé un dormitorio compartido y descansé.

Al día siguiente, salí a recorrer. Cuenca, la ciudad maravilla. Es una ciudad con edificaciones pequeñas, sin mucha bulla, un estilo similar a Loja, pero más grande y más ciudad. Sin palabras me dejó el rio que atraviesa la ciudad (uno de ellos).





Perfecto para sentarse a tomar unos mates y ser feliz, ¿verdad?

Me he llevado un disgusto inicial al ver que la forma de hacer música que venía usando (cantar en la calle, en buses, en restaurantes) no me estaba funcionando; los primeros días quise irme, ya tenía pensado hacer el check-out de mi hotel y tomar el bus a Ambato. Ese mismo día, entre que se me pasó la mañana y el día estaba hermoso, decidí darle una oportunidad a Cuenca y salir a caminar. La vida sabe por qué hace lo que hace, porque en esa salida conocí a Juan.

Estaba caminando por alguna callecita a la que no sé por qué entré, y estaba un señor grande tocando la guitarra y cantando "Corazón al Sur", de Eladia. Me puse feliz, crucé la calle corriendo y canté con él. Terminamos el dúo espontáneo y empezamos a hablar. Juan es viajero, tiene 52 años y es de Bahía Blanca, Argentina. Haciendo música y viajando por Latinoamérica, me abrió una puerta a un grupo de gente que me daría vuelta mi experiencia musical en Cuenca. Al rato me invitó a almorzar, él, yo, y una amiga cantante que estaba en camino. Su amiga cantante resultó ser Luisina, una persona hermosísima y especial: con sus 20 años, canta jazz, blues y soul con una profesionalidad y alma que deslumbran (eso descubrí unos días más tarde), y con humildad y generosidad infinitas, me contó cómo se manejan las cosas en el ambiente musical por aquí. Data sobre bares, fechas, músicos con los que podría colaborar... Se sentó en el lugar donde íbamos a almorzar, sacó un papel y anotó una lista de bares donde podría averiguar para hacer música en vivo. Ese día fue decisivo para mí, ya que conocer a ellos fue lo que me hizo decidir quedarme un rato más en Cuenca, e ir enamorándome cada vez un poco más de sus calles, puentes y montañas. Empecé a hacer música con Brian y Gabriel, dos chicos de Mar del Plata. Guitarristas que terminaron, como yo, la formación básica en la escuela de música popular de sus pagos.

Cuenca sigue siendo el lugar en que resido temporalmente (como siempre). Con altibajos emocionales, sintiendo un poco más la soledad por momentos, y ya con la mente un poco en Rio de Janeiro, lugar al que iré en noviembre a encontrarme con mi familia. Tal vez no me quede tanto rato aquí, ya que extraño la costa, y me di cuenta de que me es difícil estar lejos del mar, y el clima serrano no es el que mejor me sienta. Aún así Cuenca me está recibiendo de maravillas, y poder cantar con guitarristas es una experiencia hermosa, y más si se nos reconoce el trabajo en los lugares adonde vamos. Es otra historia.

Disculpen por tardar tanto en escribir, me hubiese gustado no atrasarme; pero es que la vida va muy rápido y muy intenso por aquí. Pronto, más!

Pd. Para los que no leyeron/vieron mi entrevista hecha por Cultura Rutera en Máncora, Perú: http://muchamerd.com.ar/musica/musica_detalle_es.php?ID=250

No hay comentarios:

Publicar un comentario