viernes, 10 de julio de 2015

Crónicas de Trujillo

Se me ha hecho difícil continuar con el blog, y no sé bien por qué. Tal vez por las idas y vueltas de las cosas, la velocidad con que mis emociones cambian al cambiar el ambiente.

A ver, en términos lo más concretos posibles: me fui de Lima el 30 de junio, porque ya sentía que era tiempo de moverme; lo venía sintiendo desde hace rato, pero el haber estado enferma me lo impedía; he pasado días sin salir del hostel, días en que apenas salía me dolía la cabeza, días en que no canté en lo absoluto por ser puro moco. Fue intenso, por suerte la compañía que tuve en Lima fue la mejor que podría haber tenido, gente que me cuidaba y que me quería ver mejor. Ya cuando estaba mejorando, sentí que para terminar de curarme tenía que dejar atrás el lugar, cambiar de ambiente; Lima en invierno es siempre terriblemente húmedo, y eso no me estaba ayudando. Entonces, saqué un pasaje a Trujillo, me terminó de convencer el hecho de que otra chica argentina que viaja sola me dijo que iba a ir también. Sólo que a último momento decidió quedarse a ver el partido de Argentina, entre otras menudencias. Así que partí sola hacia Trujillo; viajé a la noche, llegué a la mañanita y pregunté por dónde pasan los buses a Huanchaco, ya que me habían comentado en Lima que era mejor quedarse en Huanchaco, el hospedaje era más económico. Frente a la terminal del micro donde bajé estaba el paradero de buses que iban a Huanchaco, crucé la calle con mi mochilota, siempre diciendo que no a los taxistas que insistentemente ofrecen su servicio. Tomé el bus sin saber adónde iría, por suerte le avisé al cobrador, que me dejó en una calle a una cuadra del mar que estaba repleta de hospedajes. Entré a desayunar un jugo de banana a un restaurant que también era hostel, y decidí quedarme allí y visitar el mar. El mar en Lima era verde y gigante, aquí era color marrón, me recordó a mis vacaciones en San Clemente y fui feliz. Para mí, el mar es mar, no importa el color; me genera paz y convierte cualquier momento en una meditación. Más luego visité el lugar, busqué al hermano de Pati, la amiga de Luz; su hermano tiene un hospedaje en Huanchaco que se suponía era muy bonito. Pero caminé y pregunté por Luis, y no lo encontré. Tenía su teléfono pero estaba empeñada a encontrarlo por mis propios medios, y a pasear y conocer el pueblo. No lo encontré, pero no importó tanto, ese día ya tenía hospedaje. Al día siguiente a la mañana decidí llamarlo al fin desde un teléfono público. Cuando estaba en el negocio desde el que iba a llamar, pasó un señor en bici, nos saludamos, pensé que tenía algún parecido a Pati, en la sonrisa... Pero me pareció ridículo que fuese él, entonces llamé, atendió un señor a quien pregunté por el hospedaje y nombré a su hermana. Me preguntó dónde estoy, le dije y me dijo "Ah! Espera!", y en 15 segundos estaba otra vez allí el señor de la bici a quien saludé; nos reimos de la "coincidencia" y me invitó a su casa, donde estaban hospedándose varios franceses, un alemán y dos chilenas. Me invitó un jugo al que invita siempre a todos en la casa: licúa espinaca, papaya y plátanos, y queda un jugo (se le dice así a los licuados también) delicioso. La casa era hermosa, había un silencio muy calmo, y parecía ser que Luis (este señor) tenía una filosofía de vida muy sencilla que pasaba por el cuidado, el disfrute y el compartir. Me sentí bien allí, así que le pregunté si podía quedarme y me dijo que sí. Mudé mis cosas y estuve en un cuarto para mí sola (había otra cama pero nadie en ella, igual había pasado en el hostel del día anterior, como si el universo quisiera que pase más tiempo conmigo misma). Salí a "chambear" (trabajar) en los buses que iban para Trujillo. Excelente estrategia, para conocer la ciudad, en lugar de pagar pasaje, subía a un bus, cantaba y pedía colaboración, bajaba, subía al siguiente, idem. Entonces llegaba a Trujillo no con menos, sino con más soles! Sólo la ida a la ciudad me alcanzaba perfecto para mantenerme, pero tuve que regularme con mi canto porque aún estaba recuperando mi voz.

No puedo especificar por qué en Trujillo no la pasé tan bien; tal vez era por ser la primera vez que estaba sola en un lugar. Sí, en Lima jamás me sentí sola, entre Luz y las miles de caras amistosas que andaban por el hostel Mochileros. En este hospedaje de Luis no pude sentirme cómoda con mis compañeros; estaban frente a sus pantallas de celular o computadora siempre que los veía, fumando todo lo que se les cruzaba y jamás intentando ni un poco de amabilidad. Las chilenas sí eran buenas y amables, pero también estaban en este ambiente apagado y seco, como siendo parte de él... De pronto el lugar que parecía tan paradisíaco terminó por hacerme sentir así, sola y sapo de otro pozo, de un pozo donde se comparte más que un hola y chau. Una pena...


Aún así tuve experiencias lindas con gente del lugar; en Trujillo, un señor me vio cantando y me invitó a su restaurant, donde estaban sus amigos ensayando su música. Fui, me invitaron a un almuerzo y me recibieron con mucha amabilidad y curiosidad acerca de mi historia. Me compartieron su música, folklore cristiano (eran tres hermanos y un amigo que venía hace poco de Cuzco), estaban preparándose para cantar en un casamiento al que los invitaron en Chimbote. Compartí mi música, les gustó mucho y me invitaron a cantar en el casamiento. Hubiera sido una linda experiencia, pero no estaba sintiendo quedarme en ese lugar 15 días más (era lo que faltaba para el casamiento) ni menos, además de que me era extraño el hecho de que quisieran "evangelizarme" y convencerme de que su religión era mejor que otras; entonces nos quedamos cantando, y me fui a seguir trabajando, muy agradecida por esa experiencia.

Voy a cantar a una callecita donde hago algunos soles más, y otro señor me pregunta si quisiera cantar en una fiesta de una escuela primaria que estaba por comenzar, ahí cerca. Le digo... ¿Por qué no? Y me preguntó por la paga. No sabía que decir, así que dije que a voluntad. Fui a una escuela de Trujillo, donde los niños hacían mucha bulla y dos estudiantes del último año conducían como podían el acto del día del maestro, con dos micrófonos. Sonaba cumbia en el fondo, siempre cumbia. Algunos niños estaban disfrazados, y los del último año tenían camisas color maiz. Los maestros estaban sentados frente al "escenario" que era el patio central de la escuela. Empezaron a presentar distntos bailes, los niños bailaban muy prolijamente salsa, cumbia, música de la selva, y entre acto y acto a veces alguna niña o niño leía un poema dedicado a sus maestros. También hubo un grupo de chicos que cantaron y tocaron sus guitarras, que apenas llegaban a poder sostener por el tamaño... Fue un acto hermoso, una verdadera celebración. El señor que me invitó era maestro de inglés, los nenes lo veían y le decían "hola ticheeer!". En un momento, me presentaron, y yo no sabía bien qué estaba haciendo allí, una extranjera con música extranjera cantando cosas poco relativas al día del maestro; pero subí, mientras me sostenían los micrófonos para mi voz y ukelele (no había pies), canté "El Tren del Cielo" y "Al Jardin de la República" y tuve aplausos gigantes y muchas sonrisas. Cuando terminé y caminé por los pasillos, los niños me decían "cantas muy bonito" y me preguntaban de dónde era, y miraban con ojos grandes de asombro cuando les decía que soy de Argentina. Amé a los niños. Más luego, me pagó el ticher una buena colaboración, y quedamos en contacto porque dijo que él se iba a Huaraz al día siguiente, pero que si estaba aún en Trujillo, él tenía contactos para que salga en la televisión. Ni pensaba quedarme en Trujillo muchos días más, ni me interesaba esa idea, pero me pareció de buenas intenciones, así que le agradecí y me dejó su mail. Era un señor religioso, decía, Dios me puso en este camino, entonces hago lo mejor que puedo con eso. Le gustaba conocer gente viajera, me contaba de otros argentinos que había conocido en el viaje, algunas alemanas y franceses con quienes entabló amistad.

Volví al hostel feliz por haber tenido todas estas experiencias. Al día siguiente sólo trabajé en los buses, hice mi día y fui a la playa. Más allá de estas experiencias, algo me decía que tenía que moverme de allí. Ese día o el siguiente, saqué pasaje para Chiclayo, porque era el próximo punto costero cercano para el lado del norte. Me fui de Trujillo con estas experiencias buenas, pero con una sensación general de que no quería estar allí. Esperando que el próximo lugar sea más recibidor. Y así fue...

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1 comentario:

  1. me muero con la parte de cantar en la escuela! grandisima experiencia vivir un dia de acto en una escuela, la cumbia de fondo, los chicos, los maestros, otras presentaciones, experiencia digna de convertirse en un gran cuento!

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