Llegué a Chiclayo el 4 de julio; nuevo pueblo, nuevas energías. Me dijeron muchos que Chiclayo es una ciudad horrible, y Luis (mi hospedador en Huanchaco) me dijo que la playa de allí era peor; pero en defensa de la aún desconocida ciudad para mí, a Luis se lo veía un poco ofendido de que me fuera tan pronto de Trujillo, y en verdad que a mí también me dio algo de pena no poder adaptarme, no haber conocido más. Pero cuando un lugar no va, no va. Al menos en ese momento.
Chiclayo. Llegué a la ciudad. Esquive acostumbrado de los hambrientos taxistas que me hablan en inglés al ver mi piel blanca. Preguntar a un señor de seguridad cuál es la playa más cercana. Me nombra varias, le pregunto cuál es la más bonita. "Pimentel". ¿Y cómo puedo ir ahí en bus? Dos combis y llegaba. Oh sí, en Chiclayo no hay buses grandes, sólo combis, colectivos (así llaman a los autos normales que hacen veces de colectivo de hasta a veces 6 pasajeros... Ufff) y mototaxis (muy simpático medio de transporte, estoy pensando viajar en uno antes de irme de aquí). Yendo a Pimentel, empiezo a conversar con una señora que está hospedándose en Pimentel para visitar familia, y me recomienda el hostel donde está quedándose. Así que bajamos juntas, yo con mi mochila gigante, y me encuentro con que el hospedaje es muy bonito y carísimo. Le agradezco, pero me voy a buscar algo más económico. Y, a medida que caminaba, la idea de encontrar un hostel donde compartir habitaciones con otros mochileros se me venía abajo, al ver las caras de curiosidad con que me miraba la gente, claramente este pueblo no estaba acostumbrado a recibir gente como una. Luego de caminar un rato, me quedé en un hostal que tenía un precio razonable, más aún para tener una habitación para mí sola con baño privado. Y en cuanto a instalaciones, a caballo regalado no se le miran los dientes!
Dejé mis cosas en el hostal y me fui de vuelta a la ciudad de Chiclayo, a hacer dinero cantando o en su defecto cambiar algunos dólares, para pagar el hostal de alguna manera. En la combi a Chiclayo fue que conocí a Manolo, le pregunté en qué parte céntrica podría bajar de Chiclayo, y comenzamos a charlar. Manolo se convirtió en un gran amigo para mí, se notó en seguida que tiene un buen corazón, y es apasionado de la música. Fanático de L. A. Spinetta (el único que lo conoce, al menos en Chiclayo), y es coleccionador de discos de vinilo. Canté un poco a su lado en el parque central, sin buenos resultados monetarios, por lo que fui directo a cambiar dólares; luego me fui de vuelta al hostal para que no oscureciera, todavía no conocía bien el lugar. Quedamos en contacto con Manolo, le dije en un momento que en casa me dicen Oja, y desde entonces sólo me llama así. Al día siguiente me presentó a un amigo de su infancia, Juan, que vive en Pimentel, y resultó vivir al lado de donde me hospedo. Juan nos invitó a comer al restaurant de su padre, y me dijo que si quería, podía lavar mi ropa en la lavadora que hay en su casa, y así lo hice. En su casa, compartir es algo natural como la salida del sol. Los padres de Juan cocinan para 5 o para 12, según quien quiera compartir la cena ese día. Me quedé a comer, a veces paso a saludar, siempre hay gente linda con quien conversar; Margo es una chica de Suiza que está quedándose con ellos, siendo un miembro más de la familia, toca el ukelele y es muy simpática. Angélica, la prima de Juan, tiene 18 años y vive en una ciudad a dos horas de Chiclayo, pero se queda aquí para hacer el ingreso a la facultad de derecho, que es muy difícil ingresar.
Así es que tengo mucha familia de pronto en Pimentel, y por eso decidí quedarme más tiempo, por más que el dinero que hago no sea mucho, sólo alcanza justo para vivir, pero la abundancia aquí pasa por otro lado; sonrisas, invitaciones, amistades. No por nada, me han dicho, a Chiclayo se la conoce como "la capital de la amistad". Más acertado, imposible.
Ah, la playa: San Clemente del Tuyú, pero con más olas, la gente surfea mucho.
Mañana sigo camino hacia Mancora, y hoy cocinaré un plato típico argentino para la familia postiza que he hecho aquí. Aún no sé qué será, les contaré luego. Ahora estoy sentada en un bar, recién desayuné pan con palta y jugo de piña, y en un rato salgo a cantar en restaurantes. Lo que sí, no pasan 5 segundos sin escuchar una bocina de auto. Es muy, muy ruidoso este lugar. Pero bueno, cada lugar tendrá lo suyo, mucho agradecimiento a Chiclayo, con su bulla y todo!


Chiclayo. Llegué a la ciudad. Esquive acostumbrado de los hambrientos taxistas que me hablan en inglés al ver mi piel blanca. Preguntar a un señor de seguridad cuál es la playa más cercana. Me nombra varias, le pregunto cuál es la más bonita. "Pimentel". ¿Y cómo puedo ir ahí en bus? Dos combis y llegaba. Oh sí, en Chiclayo no hay buses grandes, sólo combis, colectivos (así llaman a los autos normales que hacen veces de colectivo de hasta a veces 6 pasajeros... Ufff) y mototaxis (muy simpático medio de transporte, estoy pensando viajar en uno antes de irme de aquí). Yendo a Pimentel, empiezo a conversar con una señora que está hospedándose en Pimentel para visitar familia, y me recomienda el hostel donde está quedándose. Así que bajamos juntas, yo con mi mochila gigante, y me encuentro con que el hospedaje es muy bonito y carísimo. Le agradezco, pero me voy a buscar algo más económico. Y, a medida que caminaba, la idea de encontrar un hostel donde compartir habitaciones con otros mochileros se me venía abajo, al ver las caras de curiosidad con que me miraba la gente, claramente este pueblo no estaba acostumbrado a recibir gente como una. Luego de caminar un rato, me quedé en un hostal que tenía un precio razonable, más aún para tener una habitación para mí sola con baño privado. Y en cuanto a instalaciones, a caballo regalado no se le miran los dientes!
Dejé mis cosas en el hostal y me fui de vuelta a la ciudad de Chiclayo, a hacer dinero cantando o en su defecto cambiar algunos dólares, para pagar el hostal de alguna manera. En la combi a Chiclayo fue que conocí a Manolo, le pregunté en qué parte céntrica podría bajar de Chiclayo, y comenzamos a charlar. Manolo se convirtió en un gran amigo para mí, se notó en seguida que tiene un buen corazón, y es apasionado de la música. Fanático de L. A. Spinetta (el único que lo conoce, al menos en Chiclayo), y es coleccionador de discos de vinilo. Canté un poco a su lado en el parque central, sin buenos resultados monetarios, por lo que fui directo a cambiar dólares; luego me fui de vuelta al hostal para que no oscureciera, todavía no conocía bien el lugar. Quedamos en contacto con Manolo, le dije en un momento que en casa me dicen Oja, y desde entonces sólo me llama así. Al día siguiente me presentó a un amigo de su infancia, Juan, que vive en Pimentel, y resultó vivir al lado de donde me hospedo. Juan nos invitó a comer al restaurant de su padre, y me dijo que si quería, podía lavar mi ropa en la lavadora que hay en su casa, y así lo hice. En su casa, compartir es algo natural como la salida del sol. Los padres de Juan cocinan para 5 o para 12, según quien quiera compartir la cena ese día. Me quedé a comer, a veces paso a saludar, siempre hay gente linda con quien conversar; Margo es una chica de Suiza que está quedándose con ellos, siendo un miembro más de la familia, toca el ukelele y es muy simpática. Angélica, la prima de Juan, tiene 18 años y vive en una ciudad a dos horas de Chiclayo, pero se queda aquí para hacer el ingreso a la facultad de derecho, que es muy difícil ingresar.
Así es que tengo mucha familia de pronto en Pimentel, y por eso decidí quedarme más tiempo, por más que el dinero que hago no sea mucho, sólo alcanza justo para vivir, pero la abundancia aquí pasa por otro lado; sonrisas, invitaciones, amistades. No por nada, me han dicho, a Chiclayo se la conoce como "la capital de la amistad". Más acertado, imposible.
Ah, la playa: San Clemente del Tuyú, pero con más olas, la gente surfea mucho.
Mañana sigo camino hacia Mancora, y hoy cocinaré un plato típico argentino para la familia postiza que he hecho aquí. Aún no sé qué será, les contaré luego. Ahora estoy sentada en un bar, recién desayuné pan con palta y jugo de piña, y en un rato salgo a cantar en restaurantes. Lo que sí, no pasan 5 segundos sin escuchar una bocina de auto. Es muy, muy ruidoso este lugar. Pero bueno, cada lugar tendrá lo suyo, mucho agradecimiento a Chiclayo, con su bulla y todo!


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