Seguimos conociendo Lima y conociéndonos a través de las experiencias que nos trae. Ser extranjera es una experiencia nueva, ser viajera y todo lo que a veces pienso que debería implicar también.
Me estuve quedando en un hostel llamado Mochileros, un lugar con buenas camas, la habitación que pagué tiene un baño aparte para los 5 que usamos este cuarto y es todo muy limpio, muy chévere, a excepción de la televisión gigante que está encendida las 24 horas y a nadie parece molestarle, a todos les gusta, incluso. Primer señal de que soy bien rara, incluso hasta en la comunidad de gente que viaja.
Anteayer fui a visitar a mi amiga Luz, que también se está quedando en Lima unas semanas más, y me quedé a dormir en donde ella se hospeda, la casa de una amiga de una amiga que tiene una hamaca paraguaya donde me dejó quedarme. Dormí en la hamaca, fue una experiencia extraña, me sentí comodísima aunque un poco incómoda a la vez. Desperté con la luz del sol, y Luz preparó un té con jengibre, canela, cúrcuma (aquí viene no en polvo sino el fruto original), y ajo. Decidí agregarle sal y lo convertí en un delicioso caldo que desayuné mientras planeábamos nuestro día. Luego fuimos a desayunar nuevamente a un barcito cercano un jugo de piña y papaya (yo uno que además tenía banana y otras cosas), y un sanguche de palta (aquí se escribe sanguche, no existe el término sandwich, lo cual me parece mucho más sincero con el idioma de uno). Luego regresé al hostel, fui a cantar en buses con el ukelele, mi gorrita negra que me regaló mi hermana y gané lo suficiente para el hostel, pero no podía seguir pues Luz me esperaba para continuar nuestro día. Fuimos a almorzar, ya cerca de las 5pm, con lo cual la mayoría de los lugares estaban cerrados, y buscamos algún lugar vegetariano, ella anotó las direcciones de lo que encontró en internet. "Hoy me voy a tratar como a una reina" dijo ella, y se lo merecía, luego de haber pasado días muy movidos. Todos los restaurantes vegetarianos estaban naturalmente cerrados, y almorzamos en uno que encontramos abierto, un ristorante italiano; unas pastas y un risoto. Luego fuimos a otro restaurante vegetariano y orgánico porque Luz quería una ensalada (esto fue un par de horas después, pero ya lo llamamos cena). No había ensalada, con lo cual nos pusimos a husmear las cosas dulces, y el dueño del restaurante se nos puso a hablar de su vida, productos orgánicos, cómo puso en funcionamiento su emprendimiento, y nos invitó a unas galletas de lavanda, que estaban deliciosas. Nos dijo (y se notaba) que no tienen harina, sino que él tiene un molino pequeño que le regalaron unos amigos que son dueños de Hausbrot, y junto con él participaban de proyectos de enseñanza Waldorf, y compra trigo orgánico y lo muele en su molino. Se notaba, la galleta era deliciosa, y en un momento saqué de mi boca un pedacito de trigo más grande.
Luego de compartir un strudel de manzana orgánico (oh, sí, fuimos reinas y con todo), Luz volvió a su lugar y yo al hostel, donde me quedé tomando agua en la sala común, sintiéndome muy feliz y plena de todo lo que estaba aconteciéndome. Respiraba. He estado yendo a meditar y hacer yoga frente al imponente mar verde todos los días, y leyendo un libro que habla acerca del tantra y la meditación que está aportando en grande a mi plenitud del momento. Estaba allí, sentada, y se sentó conmigo un muchacho de Colombia (no estoy 100% segura ahora que lo pienso si es de allí), me invitó a tomar una cerveza, le dije que no, gracias. Me quedé meditando con ojos abiertos mientras hablaba con él, es decir, observaba todo el movimiento interno que me generaba todo: la tele, los sonidos de la gente, los adornos, la luz... Todo eso tenía un efecto en mí que observaba como si fuese una danza en mi cuerpo.
A decir verdad, también juzgué que el chico tal vez sólo quería levantarme y yo no tenía ganas, entonces me mantuve algo indiferente. En un momento, vi cómo estaba arrancando la etiqueta de su porrón de cerveza, y le pregunté por qué estaba nervioso. Y ahí de pronto, abrió él su corazón y comenzó a contarme una historia de su familia que lo estaba teniendo triste. Lo escuché y me sentí agradecida de poder estar acompañándolo, de descubrir algo más que el "¿Cómo estás? Todo bien" en una persona que recién conocía. Pudo expresar lo que sentía y luego lo abracé y salió a caminar. Me quedé sentada en el mismo lugar, tomando el vaso de agua, y aparecieron dos chicas rosarinas que cenaron y me preguntaron si iba a Bizarro, un boliche al que irían todos los del hostel, entrada gratis y barra libre. Me sentía muy sensible como para ese plan, pero con mucha energía que gastar, así que fui, bailé y bailé y me aturdió la música en seguida, así que volví al hostel mucho antes que todos. Me acosté a la 1, y hoy me desperté a las 7.30 hs, fui a la playa y escribí esto en papel. Hice yoga, medité, ya tengo mi lugarcito especial para hacerlo, cerca de un acantilado donde se oyen las olas y se ve todo. Fui al mercado a comprar víveres, ya estoy aprendiendo la tonada peruana lo suficiente como para que no me consideren extranjera y me cobren demás (eso sucede, pocas cosas tienen los precios escritos, es según la cara, se puede regatear pero aún no me animo). Luego volví, desayuné tostadas con palta y bananas muy pequeñas, agua, y aquí estoy, escribiendo esto. Para más novedades, quédese tuneado!
Saluditos!