miércoles, 29 de julio de 2015

Mancoreña

Lamento mi tardanza para actualizar mi blog. Para los que no lo saben, me encuentro ahora y desde hace dos semanas y monedas en el pueblo playero de Máncora, un lugar pequeño, paradisíaco, un lugar en donde es tan fácil ser feliz... Ir a la playa a la mañana, bañarse en el mar celeste inmenso e indescifrable, refrescarse y secarse al sol, salir a caminar por las dos callecitas céntricas que hay y encontrarse con gente conocida todo el tiempo, sentirse por ello parte de algún secreto de pueblito. Cantar al mediodía aquí en Máncora, o ir a conocer cualquier nueva playa y cantar en sus restaurantes, y luego meterse en una nueva orilla del océano pacífico. Máncora es una ciudad turística, una de las más importantes de Perú. Cuando llegué, no había tanta gente, y parecía ser que llegué junto con una oleada de argentinos viajeros; parecía haber más argentinos que peruanos aquí. Más luego, mermó la cantidad desproporcional de argentinos, y comenzó la temporada turística, por ser fiestas patrias peruanas.

Además de las actividades playeras típicas, Máncora es un pueblo para bailar. Bailar y bailar por las noches en las discotecas que se abren frente al mar. A simple vista no es un lindo paisaje, ni visual, ni sonoro: los distintos ritmos de cada boliche se entremezclan creando un nuevo ritmo enfermizo de reggaeton-cumbia-salsa-electrónica.

Para los que me conocen, sabrán que las discotecas y la vida nocturna en general nunca fueron mi vaina, pues, vea y sorpréndase: entre el calorcito y el mar y el verano constante que respira Máncora, le tomé el gusto de salir de noche, tomar algo, bailar, todo esto siempre acompañada de amigos, ya que una particularidad de los mancoreños es que son bastante insistentes en acercarse a una, más allá de lo que una quiera hacer. Es fuerte vivir eso, aún en la calle en pleno día son acosadores a los que hay que tratar con suma firmeza. Me costó pero he aprendido a mantenerlos lejos; un bajón, eso y la gran cantidad de drogas que circulan. Para colmo, aún estoy procesando el libro que leí en Lima llamado Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley, novela de un futuro distópico en el que, entre otras cosas, las emociones son controladas con una pastilla para la felicidad de uno y funcionalidad del sistema capitalista en general, que funciona, por supuesto, en base al consumo excesivo de bienes. ¿Futuro distópico, o presente inminente?

Máncora respira agitación social, sexual y espiritual. Los atardeceres junto al mar son experiencias religiosas diarias, las noches de baile y contacto físico también. Los abrazos son de piel a piel, los aromas de las flores son tan intensos como los de las hormonas; Máncora parece ser, así sin más, una primavera constante. O, más en criollo, joda constante!

Por suerte, todo esto se equilibra en mí; tal vez necesitaba un poco de este movimiento para complementar a la quietud que me caracteriza, que siempre está presente. Tal vez en este viaje, entre otras cosas, esté aprendiendo a desarrollar más esta cualidad en mí, a tomarla y utilizarla para mi bien y el de los demás. Como si me hiciera cargo de eso que muchas veces me han dicho: "me transmitís mucha calma". Bueno, recién ahora estoy tomando contacto con esa capacidad mia.

Estos parecen ser mis últimos días de la experiencia mancoreña, porque todo termina y porque Ecuador suena muy tentador (no puedo creer que esté a un par de horas de Ecuador), y no quería irme sin publicar alguito al menos, un poco menos anecdótico y más filosófico. Ya llegarán las anécdotas también, y si no es por este medio, mate mediante. Por lo pronto, algunas fotitos aleatorias para serviros de entretenimiento. Gracias por leer! Vuelva pronto!





















posted from Bloggeroid

viernes, 17 de julio de 2015

Un consejo para Mancora

Resulta que en el hermoso pueblo de Máncora existen hostels que pagan una comisión a los mototaxistas para que ellos les recomienden a los turistas su lugar. Y estos hostels a veces no son económicos ni muy buenos. Me sucedió así con un mototaxista que me ofreció llevarme a algún lugar económico, de 20 soles porque "más barato no vas a encontrar acá". Era de noche y no tenía adónde más ir, así que pagué 3 noches por adelantado usando mis ahorros, y me quedé en ese lugar. Durante el día averigüé y encontré lugares más baratos y con más comodidades. Eventualmente me fui de ese hostel y me pasé a otro mucho más lindo y económico, llamado Donde Raul (no diré el nombre del otro). También lugares como Camping Mancorita o Waiki tienen espacios económicos y muy bonitos.

Importante aclaración: estos son lugares para gente viajera joven con bajo presupuesto, por supuesto que hay otras opciones, pero no es mi terreno.

Así que, cuando en Máncora, ojo con los mototaxistas y los dueños de hostels que mienten. Averigüen por su cuenta mejor.

Cariños y atenciones,
Oja

posted from Bloggeroid

viernes, 10 de julio de 2015

Crónicas de Pimentel, Chiclayo

Llegué a Chiclayo el 4 de julio; nuevo pueblo, nuevas energías. Me dijeron muchos que Chiclayo es una ciudad horrible, y Luis (mi hospedador en Huanchaco) me dijo que la playa de allí era peor; pero en defensa de la aún desconocida ciudad para mí, a Luis se lo veía un poco ofendido de que me fuera tan pronto de Trujillo, y en verdad que a mí también me dio algo de pena no poder adaptarme, no haber conocido más. Pero cuando un lugar no va, no va. Al menos en ese momento.

Chiclayo. Llegué a la ciudad. Esquive acostumbrado de los hambrientos taxistas que me hablan en inglés al ver mi piel blanca. Preguntar a un señor de seguridad cuál es la playa más cercana. Me nombra varias, le pregunto cuál es la más bonita. "Pimentel". ¿Y cómo puedo ir ahí en bus? Dos combis y llegaba. Oh sí, en Chiclayo no hay buses grandes, sólo combis, colectivos (así llaman a los autos normales que hacen veces de colectivo de hasta a veces 6 pasajeros... Ufff) y mototaxis (muy simpático medio de transporte, estoy pensando viajar en uno antes de irme de aquí). Yendo a Pimentel, empiezo a conversar con una señora que está hospedándose en Pimentel para visitar familia, y me recomienda el hostel donde está quedándose. Así que bajamos juntas, yo con mi mochila gigante, y me encuentro con que el hospedaje es muy bonito y carísimo. Le agradezco, pero me voy a buscar algo más económico. Y, a medida que caminaba, la idea de encontrar un hostel donde compartir habitaciones con otros mochileros se me venía abajo, al ver las caras de curiosidad con que me miraba la gente, claramente este pueblo no estaba acostumbrado a recibir gente como una. Luego de caminar un rato, me quedé en un hostal que tenía un precio razonable, más aún para tener una habitación para mí sola con baño privado. Y en cuanto a instalaciones, a caballo regalado no se le miran los dientes!

Dejé mis cosas en el hostal y me fui de vuelta a la ciudad de Chiclayo, a hacer dinero cantando o en su defecto cambiar algunos dólares, para pagar el hostal de alguna manera. En la combi a Chiclayo fue que conocí a Manolo, le pregunté en qué parte céntrica podría bajar de Chiclayo, y comenzamos a charlar. Manolo se convirtió en un gran amigo para mí, se notó en seguida que tiene un buen corazón, y es apasionado de la música. Fanático de L. A. Spinetta (el único que lo conoce, al menos en Chiclayo), y es coleccionador de discos de vinilo. Canté un poco a su lado en el parque central, sin buenos resultados monetarios, por lo que fui directo a cambiar dólares; luego me fui de vuelta al hostal para que no oscureciera, todavía no conocía bien el lugar. Quedamos en contacto con Manolo, le dije en un momento que en casa me dicen Oja, y desde entonces sólo me llama así. Al día siguiente me presentó a un amigo de su infancia, Juan, que vive en Pimentel, y resultó vivir al lado de donde me hospedo. Juan nos invitó a comer al restaurant de su padre, y me dijo que si quería, podía lavar mi ropa en la lavadora que hay en su casa, y así lo hice. En su casa, compartir es algo natural como la salida del sol. Los padres de Juan cocinan para 5 o para 12, según quien quiera compartir la cena ese día. Me quedé a comer, a veces paso a saludar, siempre hay gente linda con quien conversar; Margo es una chica de Suiza que está quedándose con ellos, siendo un miembro más de la familia, toca el ukelele y es muy simpática. Angélica, la prima de Juan, tiene 18 años y vive en una ciudad a dos horas de Chiclayo, pero se queda aquí para hacer el ingreso a la facultad de derecho, que es muy difícil ingresar.

Así es que tengo mucha familia de pronto en Pimentel, y por eso decidí quedarme más tiempo, por más que el dinero que hago no sea mucho, sólo alcanza justo para vivir, pero la abundancia aquí pasa por otro lado; sonrisas, invitaciones, amistades. No por nada, me han dicho, a Chiclayo se la conoce como "la capital de la amistad". Más acertado, imposible.

Ah, la playa: San Clemente del Tuyú, pero con más olas, la gente surfea mucho.



Mañana sigo camino hacia Mancora, y hoy cocinaré un plato típico argentino para la familia postiza que he hecho aquí. Aún no sé qué será, les contaré luego. Ahora estoy sentada en un bar, recién desayuné pan con palta y jugo de piña, y en un rato salgo a cantar en restaurantes. Lo que sí, no pasan 5 segundos sin escuchar una bocina de auto. Es muy, muy ruidoso este lugar. Pero bueno, cada lugar tendrá lo suyo, mucho agradecimiento a Chiclayo, con su bulla y todo!



posted from Bloggeroid

Crónicas de Trujillo

Se me ha hecho difícil continuar con el blog, y no sé bien por qué. Tal vez por las idas y vueltas de las cosas, la velocidad con que mis emociones cambian al cambiar el ambiente.

A ver, en términos lo más concretos posibles: me fui de Lima el 30 de junio, porque ya sentía que era tiempo de moverme; lo venía sintiendo desde hace rato, pero el haber estado enferma me lo impedía; he pasado días sin salir del hostel, días en que apenas salía me dolía la cabeza, días en que no canté en lo absoluto por ser puro moco. Fue intenso, por suerte la compañía que tuve en Lima fue la mejor que podría haber tenido, gente que me cuidaba y que me quería ver mejor. Ya cuando estaba mejorando, sentí que para terminar de curarme tenía que dejar atrás el lugar, cambiar de ambiente; Lima en invierno es siempre terriblemente húmedo, y eso no me estaba ayudando. Entonces, saqué un pasaje a Trujillo, me terminó de convencer el hecho de que otra chica argentina que viaja sola me dijo que iba a ir también. Sólo que a último momento decidió quedarse a ver el partido de Argentina, entre otras menudencias. Así que partí sola hacia Trujillo; viajé a la noche, llegué a la mañanita y pregunté por dónde pasan los buses a Huanchaco, ya que me habían comentado en Lima que era mejor quedarse en Huanchaco, el hospedaje era más económico. Frente a la terminal del micro donde bajé estaba el paradero de buses que iban a Huanchaco, crucé la calle con mi mochilota, siempre diciendo que no a los taxistas que insistentemente ofrecen su servicio. Tomé el bus sin saber adónde iría, por suerte le avisé al cobrador, que me dejó en una calle a una cuadra del mar que estaba repleta de hospedajes. Entré a desayunar un jugo de banana a un restaurant que también era hostel, y decidí quedarme allí y visitar el mar. El mar en Lima era verde y gigante, aquí era color marrón, me recordó a mis vacaciones en San Clemente y fui feliz. Para mí, el mar es mar, no importa el color; me genera paz y convierte cualquier momento en una meditación. Más luego visité el lugar, busqué al hermano de Pati, la amiga de Luz; su hermano tiene un hospedaje en Huanchaco que se suponía era muy bonito. Pero caminé y pregunté por Luis, y no lo encontré. Tenía su teléfono pero estaba empeñada a encontrarlo por mis propios medios, y a pasear y conocer el pueblo. No lo encontré, pero no importó tanto, ese día ya tenía hospedaje. Al día siguiente a la mañana decidí llamarlo al fin desde un teléfono público. Cuando estaba en el negocio desde el que iba a llamar, pasó un señor en bici, nos saludamos, pensé que tenía algún parecido a Pati, en la sonrisa... Pero me pareció ridículo que fuese él, entonces llamé, atendió un señor a quien pregunté por el hospedaje y nombré a su hermana. Me preguntó dónde estoy, le dije y me dijo "Ah! Espera!", y en 15 segundos estaba otra vez allí el señor de la bici a quien saludé; nos reimos de la "coincidencia" y me invitó a su casa, donde estaban hospedándose varios franceses, un alemán y dos chilenas. Me invitó un jugo al que invita siempre a todos en la casa: licúa espinaca, papaya y plátanos, y queda un jugo (se le dice así a los licuados también) delicioso. La casa era hermosa, había un silencio muy calmo, y parecía ser que Luis (este señor) tenía una filosofía de vida muy sencilla que pasaba por el cuidado, el disfrute y el compartir. Me sentí bien allí, así que le pregunté si podía quedarme y me dijo que sí. Mudé mis cosas y estuve en un cuarto para mí sola (había otra cama pero nadie en ella, igual había pasado en el hostel del día anterior, como si el universo quisiera que pase más tiempo conmigo misma). Salí a "chambear" (trabajar) en los buses que iban para Trujillo. Excelente estrategia, para conocer la ciudad, en lugar de pagar pasaje, subía a un bus, cantaba y pedía colaboración, bajaba, subía al siguiente, idem. Entonces llegaba a Trujillo no con menos, sino con más soles! Sólo la ida a la ciudad me alcanzaba perfecto para mantenerme, pero tuve que regularme con mi canto porque aún estaba recuperando mi voz.

No puedo especificar por qué en Trujillo no la pasé tan bien; tal vez era por ser la primera vez que estaba sola en un lugar. Sí, en Lima jamás me sentí sola, entre Luz y las miles de caras amistosas que andaban por el hostel Mochileros. En este hospedaje de Luis no pude sentirme cómoda con mis compañeros; estaban frente a sus pantallas de celular o computadora siempre que los veía, fumando todo lo que se les cruzaba y jamás intentando ni un poco de amabilidad. Las chilenas sí eran buenas y amables, pero también estaban en este ambiente apagado y seco, como siendo parte de él... De pronto el lugar que parecía tan paradisíaco terminó por hacerme sentir así, sola y sapo de otro pozo, de un pozo donde se comparte más que un hola y chau. Una pena...


Aún así tuve experiencias lindas con gente del lugar; en Trujillo, un señor me vio cantando y me invitó a su restaurant, donde estaban sus amigos ensayando su música. Fui, me invitaron a un almuerzo y me recibieron con mucha amabilidad y curiosidad acerca de mi historia. Me compartieron su música, folklore cristiano (eran tres hermanos y un amigo que venía hace poco de Cuzco), estaban preparándose para cantar en un casamiento al que los invitaron en Chimbote. Compartí mi música, les gustó mucho y me invitaron a cantar en el casamiento. Hubiera sido una linda experiencia, pero no estaba sintiendo quedarme en ese lugar 15 días más (era lo que faltaba para el casamiento) ni menos, además de que me era extraño el hecho de que quisieran "evangelizarme" y convencerme de que su religión era mejor que otras; entonces nos quedamos cantando, y me fui a seguir trabajando, muy agradecida por esa experiencia.

Voy a cantar a una callecita donde hago algunos soles más, y otro señor me pregunta si quisiera cantar en una fiesta de una escuela primaria que estaba por comenzar, ahí cerca. Le digo... ¿Por qué no? Y me preguntó por la paga. No sabía que decir, así que dije que a voluntad. Fui a una escuela de Trujillo, donde los niños hacían mucha bulla y dos estudiantes del último año conducían como podían el acto del día del maestro, con dos micrófonos. Sonaba cumbia en el fondo, siempre cumbia. Algunos niños estaban disfrazados, y los del último año tenían camisas color maiz. Los maestros estaban sentados frente al "escenario" que era el patio central de la escuela. Empezaron a presentar distntos bailes, los niños bailaban muy prolijamente salsa, cumbia, música de la selva, y entre acto y acto a veces alguna niña o niño leía un poema dedicado a sus maestros. También hubo un grupo de chicos que cantaron y tocaron sus guitarras, que apenas llegaban a poder sostener por el tamaño... Fue un acto hermoso, una verdadera celebración. El señor que me invitó era maestro de inglés, los nenes lo veían y le decían "hola ticheeer!". En un momento, me presentaron, y yo no sabía bien qué estaba haciendo allí, una extranjera con música extranjera cantando cosas poco relativas al día del maestro; pero subí, mientras me sostenían los micrófonos para mi voz y ukelele (no había pies), canté "El Tren del Cielo" y "Al Jardin de la República" y tuve aplausos gigantes y muchas sonrisas. Cuando terminé y caminé por los pasillos, los niños me decían "cantas muy bonito" y me preguntaban de dónde era, y miraban con ojos grandes de asombro cuando les decía que soy de Argentina. Amé a los niños. Más luego, me pagó el ticher una buena colaboración, y quedamos en contacto porque dijo que él se iba a Huaraz al día siguiente, pero que si estaba aún en Trujillo, él tenía contactos para que salga en la televisión. Ni pensaba quedarme en Trujillo muchos días más, ni me interesaba esa idea, pero me pareció de buenas intenciones, así que le agradecí y me dejó su mail. Era un señor religioso, decía, Dios me puso en este camino, entonces hago lo mejor que puedo con eso. Le gustaba conocer gente viajera, me contaba de otros argentinos que había conocido en el viaje, algunas alemanas y franceses con quienes entabló amistad.

Volví al hostel feliz por haber tenido todas estas experiencias. Al día siguiente sólo trabajé en los buses, hice mi día y fui a la playa. Más allá de estas experiencias, algo me decía que tenía que moverme de allí. Ese día o el siguiente, saqué pasaje para Chiclayo, porque era el próximo punto costero cercano para el lado del norte. Me fui de Trujillo con estas experiencias buenas, pero con una sensación general de que no quería estar allí. Esperando que el próximo lugar sea más recibidor. Y así fue...

posted from Bloggeroid

jueves, 2 de julio de 2015

Historias de otros viajeros

Antes de salir a viajar, intenté contactar ciertos amigos de amigos que sabía que estaban viajando también, como para tener el dato de alguien que estuviera haciendo lo mismo que yo. Me aferré a esos escasos contactos como mi salvación de la soledad y deriva, sin saber que al comenzar el viaje me iba a encontrar con que, en pocos días, me faltaría espacio en el cerebro para agendar los nombres, caras e historias de tanta gente que está haciendo el mismo tipo de viaje que yo.

"Luiza"

Luiza tiene 25 años, es brasilera aunque vivió con su familia mucho tiempo en Mexico, y está viajando desde hace 2 meses, vendiendo cosas que ella cocina, como las más deliciosas trufas, alfajores, bocaditos dulces en general. Se prometió a sí misma viajar durante 1 año, aunque a veces extraña a su familia, ama viajar. Aparece algunas mañanas en el hostel, con su sonrisa característica y su gran energía, a compartir el desayuno o charlar. Comenzó su viaje haciendo artesanías y luego se dio cuenta de que amaba cocinar.


"Bruk"

De Córdoba Capital, salió a hacer un viaje de 3 meses y volver, turisteando con su guitarra (cantando como un hobbie), hasta que un día del último mes en Cuzco se le ocurrió salir a un callejoncito para cantar, e inesperadamente empezaron a darle dinero, como intercambio por su música. Durante esa sesión de canciones, sonrisas y retribuciones (que en suma le pagaron su estadía y comidas del día), Bruk decidió que iba a seguir viajando un poco más de esta manera. Y así, un poco y otro poco más, Bruk está viajando desde hace 9 meses, aún con la mira en conocer el Ecuador y el Caribe.


"Gil"

Gil tiene 22 años y es de Israel. Como muchos israelíes que pululan por aquí, terminó recientemente "the army" (un servicio militar obligatorio para todos en Israel que dura tres años, desde los 19 hasta los 22), y las posibilidades son estudiar o viajar, y parece que hay muchos que optan por viajar por Latinoamérica. Este es el caso de Gil, que lleva 6 meses viajando, y no tiene fecha de regreso definida. Comenzó en Buenos Aires y va a por Ecuador y las islas Galápagos.


"Dana"

Dana es una chica alemana que está viajando por Latinoamérica por su cuenta desde hace 3 meses y medio, con su sonrisa y simpatía para ayudarla a encontrar nuevos amigos en seguida. Como la mayoría de los que vienen de otro continente, comenzó en Buenos Aires, visitó las Cataratas del Iguazú, Paraguay, Bolivia, y ahora se encuentra haciendo un voluntariado en Paracas (4 horas al sur de Lima), y luego seguirá subiendo hasta Ecuador, probablemente. Su fecha de regreso, como todos los que vienen del otro lado del charco, depende de su dinero ahorrado y lo que sus padres les vayan aportando para vivir.

posted from Bloggeroid